jueves, 30 de octubre de 2008

Introducción

Nunca como hoy, once años después del suceso que sorprendiera a la sociedad venezolana, y en particular a su mundo político, se ha hablado sobre el agotamiento y final del conjunto de pactos y acuerdos fundantes de la etapa democrática representativa. Imposible escribir este trabajo sin escuchar este ruido de fondo que son las declaraciones de un gobierno que se reconoce descendiente directo del 27F, y se declara verdugo inclemente del puntofijismo.

Pero lo cierto es que esta idea del comienzo del fin de una etapa, comienza a rodar con fuerza ya a partir del mismo febrero del 89. Una de las preguntas que han animado nuestro trabajo es el siguiente: ¿acaso los procedimientos políticos se agotan en los pactos?. De la que se desprende otra pregunta: ¿acaso no hay un nivel de la política, no menos crucial y determinante, que escapa a esta realidad de pactos, acuerdos y tratados? Podemos imaginarnos el pacto como un dique. Roberto Hernández Montoya ha escrito alguna vez: el 27F “demostró que el dique mayor aún funciona: se hace una buena matanza para los libros de la historia, y todo a su lugar al amanecer de la fiesta satánica. Pero la represa mayor tiene mil fracturillas, mil microscópicos arrebatones, exacciones, estafillas, violaciones, traiciones [...]. Lo importante es esa microfísica del dique fisurado”[1].

Llevar el análisis a un nivel microscópico que, por demás, no se considera pertinente históricamente, es lo que intentamos hacer en este trabajo. De las objecciones hechas a los análisis de este tipo sobran ejemplos en la historia: “Al profano le parece que su análisis se pierde en un laberinto de sutilezas. Y son en efecto sutilezas; las mismas que nos depara, por ejemplo, la anatomía micrológica”. Así escribía Marx, en 1867, saliéndole al paso a las críticas que recibiera, por hacer demasiado énfasis en el detalle, su análisis sobre la forma del valor y la forma de la mercancía, en El Capital.

Por supuesto, ni en rigor ni en extensión es nuestro trabajo comparable al de Marx. Por ejemplo, éste habla, en otro de sus prólogos a El Capital, del método de investigación y el método de exposición. Ambos métodos se distinguirían formalmente: “La investigación ha de tender a asimilarse en detalle la materia investigada, a analizar sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de coronada esta labor, puede el investigador proceder a exponer adecuadamente el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia, cabe siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori”[2]. Pero lo que aquí mostramos para su lectura se encuentra, en realidad, a medio camino entre un método y otro.

Es un esfuerzo por ir al detalle, por descubrir las diversas fuerzas que se enfrentarían, casi siempre imperceptiblemente, durante el 27F; por descubrir sus contornos precisos, sus respectivas formas de composición; pero principalmente, sus diversos funcionamientos, sus procedimientos, sus estrategias. Pero es también un esfuerzo truncado, o más bien todavía en acto, de lo que resulta una exposición un tanto torpe, y a veces hasta poco cuidadosa de las formas, de desarrollos parciales. No obstante, hemos preferido esto, en lugar de un trabajo perfectamente presentado, pero plagado de lugares comunes. Porque, y como se sospechará, lo que está en juego aquí es tener la libertad de definir los términos en que va a plantearse el 27F en tanto problema. Este trabajo ha podido llamarse El 27F como problema. Si hemos optado, al final, por hacer mención en el título tanto de las interpretaciones como de las estrategias, es haciéndole honor al primero y más importante de los descubrimientos que hemos hecho: pensar el 27F sin desmerecerlo, es todo lo contrario de lo que se ha convertido en una interpretación dominante sobre el suceso. Que queden las páginas que vienen como evidencia.

[1] HERNÁNDEZ MONTOYA, Roberto. Diques. El Nacional, Caracas, 08 de octubre de 1994, A/5.
[2] MARX, Carlos. El Capital, I. Fondo de Cultura Económica. México. 1994. Págs. XIII, XIV y XXIII.

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